jueves, 24 de diciembre de 2009

Son las 22:30, nochebuena, acabo de terminar de la cena. Toda la tarde en la cocina preparando manjares que hemos devorado en apenas 30 minutos. Ahora sólo me queda irme al bar a beber hasta ponerme tan ciega que no recuerde ni mi nombre. No me gusta esta noche. Me pongo triste. No comprendo la Navidad. No entiendo nada.
Me voy a colocarme un vestido nuevo que me han regalado. Es de cuadros. Me lo pondré con unas medias que tengo rotas y recogeré el pelo, sí, y tal vez me pinte los labios rojos.
Sigo sin entender nada. Me voy. Ah, que no se me olvide, feliz navidad.

domingo, 13 de diciembre de 2009

PECAS.

Te reíste con mis historia sobre la sopa. Te cogí del brazo y nos fuimos al parque. Me decías que habías soñado que volabas. Me mirabas con tus ojos pequeños y negros. Tu ojo izquierdo miraba hacia la izquierda y el derecho me miraba. Me apretabas la mano con tus dedos gordos.

Jugabas al ajedrez conmigo después de clase y me acompañabas por el camino de vuelta a casa. Me contabas que te gustaba Úrsula. Te contaba que me gustaba Jaime. Me contabas que tenías una motoreta. Te contaba que había vomitado comiendo sopa.

Llevabas el pelo largo, pantalones ajustados, camiseta sin mangas negra. Llevaba la melena larga y rubia y los mofletes rojos. Observaba tus pecas. Me mirabas el culo. Te miraba el culo. Me mirabas las tetas.

Necesito unas clases, espero que me las des. Estoy enferma y no puedo asistir. Me enseñas el dedo. Patada. Pienso en grandes televisores con pantalla plana.

Escuchamos los planetas. Me miras de reojo. No me hablas. Esperas. Hablo. Me enseñas tus cuadros. Te enseño mis cuadros. Me enseñas tus poemas. Me subes al coche. Me coges de la mano. Me miras raro, se te tuerce el ojo izquierdo.

Recuerdo tus gafas. Me gustan tus pecas.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Yo no elegí nacer. Partiendo de ahí, prefiero que no me reproches más cosas. Estoy cansada de tu rutina, de tus insultos, de tus pensamientos, de tu manera de hacerte la víctima conmigo. Ni me entiendes ni te entiendo. Nuestra relación es absurda y ridícula. Es forzada. Somos como el matrimonio que no se divorcia por el qué dirán. Nunca has sabido lo que te decía. Siempre he sido mala. Siempre te hago daño. Entonces, ¿por qué se supone que me quieres? ¿Por qué dependes de mí? Voy a abrigarme, que aquí hace frío. Voy a cerrar los ojos.