Qué bien huelen los bebes. Huelen a dulce recién hecho, a vientre que florece, a lluvia mezclada con miel y limón. Qué bien huele el pequeño J.
Qué guapos son. Qué ojos tienen y qué sonrisa.
Aparentemente, no necesitan mucho. Un buen par de tetas y unos brazos. Un cambio de pañal. Besos y cariño.
Son frágiles y a veces da miedo hacerles daño. No sabes muy bien cómo cogerlos.
Qué guapo es el pequeño J, y qué simpático. Imposible olvidar lo bien que huele y los ojos que tiene. No me extraña que a su madre se le caiga más la baba que a él.
Hoy me acuerdo de los hijos que no tuvimos, de mis hijos no conocidos, de los hijos que tú tendrás y que no serán míos. Del hijo que pensé tener a la par de L y que no tuve. De L y su hijo.
Hoy me acuerdo del instinto maternal, de cómo vino y se fue por dónde llegó. De cómo es posible el milagro de la vida y de que de un sitio tan pequeño salga algo tan grande. De lo increíble que es el cuerpo humano.
Y quiero felicitar a mis amigas madres por tener el valor de traer al mundo y de cuidar tan bien a sus hijos, y en especial a C, para que siga siendo tan fuerte como siempre.