sábado, 27 de marzo de 2010

NADADORA


Cuando se despertó por la mañana lo vio todo más claro.

Decidió coger su nuevo “autric” e ir a nadar. Todo se ve más claro cuando uno se sumerge en el agua.

El agua tiene la propiedad de acoger y de elevar a quien lo intenta. Te va llevando, te mece. Es como un enorme abrazo, desde el pelo a las uñas de los pies.

Entre brazada y brazada se entretenía pensando en cómo había sido su vida desde entonces, desde la pérdida.

El tiempo pasa y va llevándose todo lo malo. Recordó la mañana de ayer. Había pasado un buen rato discutiendo sobre banderas, cronistas oficiales y cómo afrontar la pérdida de un ser querido, incluso le habían recomendado un libro.

Nadando era capaz de verlo todo más claro. Se imaginó en aquella habitación con él, en sus últimos días, con su mirada atenta a ella, con sus palabras cariñosas. También recordó las cosas malas, las palabras feas que le había dicho, los gritos, las ganas que tenía de huir siempre.

Pero el tiempo lo había borrado. Lo malo se había ido para siempre. Quedaban las cosas buenas, los momentos felices y nadando, braceando, con cada rolido iba pensando en cada uno de ellos.

También pensó en el ahora y en el mañana y se dio cuenta de que se estaba equivocando. Uno no sabe que se equivoca hasta que no lo piensa bien. A menudo creemos que son los demás los que están confundidos.

Recordó a las personas que tenía a su alrededor. A su amiga Marieta que había decidido dedicarse a fotografiar mariquitas por toda la geografía española; a Juana, que construyó una bonita casa de madera cerca del mar en las praderas asturianas; a Lola, que había decidido no trabajar más y dedicarse a observar a los indígenas de medio mundo para aprender de ellos.

Se había vuelto a equivocar, como siempre, el agua se lo había revelado. También pensó en la noche anterior, bebiendo cerveza y hablando en idiomas diferentes con los de su alrededor. Se le vino a la cabeza una imagen de un enorme encaje de bolillo, con sus hilos y trayectorias difíciles de desvelar. Sí, lo sabía, no encajaba. Pero esto no es nuevo, esto es así.

Salió del agua y se dio cuenta de que él la miraba y de que al cruzar las miradas, había girado bruscamente la cabeza. Pensó que era difícil mirar a alguien con los ojos fijos, y más a cierto tipo de personas. Pensó que no quería que nadie la mirara de esa manera.

domingo, 21 de marzo de 2010

DOMINGO POR LA TARDE

Después de lullaby le apeteció tocar la guitarra.

No había nadie en casa.

Estaba cansada de estudiar cosas que no comprendía y de pensar en gentes que no entendía.

Se había comido un bocata de jamón con tomate acompañado de unas suculentas cucharadas de leche condensada.

“No encuentro el logaritmo neperiano”. Por más que revisó su calculadora científica no encontró dicha aplicación.

Dudó entre película libro guitarra.

Al final se decidió por la guitarra.

Ultimamente dudaba mucho: ente el noise pop y el shoegazing, entre el flamenco y el jazz, entre el comer y el amar, entre el corazón y la cabeza.

“Dios… tendré que preguntarle a algún sabio conocedor de la existencia. Tal vez el sabio Ramiro pueda resolver mi duda”.

Pero Ramiro se había ido de puente, a subir montañas con sus recién estrenados pies de gato.

“Si el sabio Ramiro no me escucha, tal vez recurra al espíritu de alguna vieja gloria filosófica”. Tras este breve momento de reflexión se acordó de su abuela favorita que había fallecido años atrás y de la ilusión que tenía en su mirada.

“Ya sé, ni Ramiro ni nadie, esto es cosa mía y lo he de resolver. Pondré toda la ilusión que pueda y lo conseguiré”.

Tras el chispazo repentino de agudeza mental, como si de un sueño se tratara, se visualizó tocando su guitarra eléctrica junto a David Gahan cantando Personal Jesus.

Entonces comprendió que lo que tenía que hacer era dejarse de tonterías y coger la guitarra y ponerse a tocar.