domingo, 4 de abril de 2010

DE PRINCESAS Y QUÍMICA

Entró en el bar y allí estaba él, sentado en un taburete, bebiendo.

- Hola princesa, cuánto tiempo sin verte.

- Hola, no me llames princesa, me molesta.

Se habían conocido años atrás pero ella no lo recordaba. El se encargó de refrescarle la memoria. Le explicó el lugar y la fecha exactos. Era un 28 de mayo. Él llevaba el pelo largo y ella una coleta baja. Le dijo que era una princesa y la besó en la puerta del bar.

Había pasado mucho tiempo. Ella estaba un poco furiosa porque no sabía si realmente había sucedido. Eso no era todo. Pasó el tiempo y se conocieron una tarde, entre cervezas. Él la llamó un día preguntando por otra persona y ella ni siquiera reconoció su voz.

- Tú siempre fuiste mi princesa. Me entristece que yo me acuerde de todo lo que me ha pasado contigo y tú ni siquiera te acuerdes de aquel beso. He besado a muchas mujeres, pero ninguna ha sido mi princesa.

- Lo siento, me sorprende lo que me cuentas. Estoy intentando recordar.

Él la iba analizando, sus movimientos, sus gestos. Ella lo miraba fijamente a los ojos sin desviar la mirada. Le daba un poco de miedo incluso. Era demasiado inteligente, pensaba. Él estaba acostumbrado a jugar con los demás. A ella no le gustaban ese tipo de juegos.

- Cena conmigo un día.

- ¿Para qué? ¿Qué quieres?

- ¿Eres siempre tan chula? Quiero conocer a mi princesa. Tal vez así te vea de otra manera y dejes de serlo.

- No soy chula. No sé si quiero ir. No me fío de ti.

Él le hablaba con prepotencia. Estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería de los demás. Le dijo que se estaba desnudando y que por fin le contaba la verdad. Ella seguía sin entender nada. La invitó a jugar, a escribir 3 frases sin pensar y él además haría lo mismo. He aquí el resultado:

Perdido entre camisas azules

Al amanecer, se dio cuenta de que estaba equivocada

Y tras años de soñar con princesas ví lo real

Bebían, follaban, fumaban, se drogaban

Y al final mis miedos y locuras, al final princesas

Vente conmigo a Berlín. No puedo. Lo siento

Tras escribir el poema conjunto comenzaron a hablar de forma más relajada. Al salir del bar, se despidieron con un abrazo. Ella se fue sola en una dirección. Miró hacia la derecha y vio que él estaba a su lado, que la seguía.

- ¿Vendrás a cenar conmigo, princesa?

- Escríbeme un relato y te lo digo.

2 comentarios:

  1. mi amigo miqui se estruja el adn para encontrar las palabras exactas y no errar el tiro; y si de tiros va la cosa, más que en una película de indios, miqui lleva una bolsita con todo listo de papeles. ¿Y si ella le pide los papeles? No tiene miedo, todo está en regla, es como Garzón. Aunque ahora que lo pienso. "di lo que piensas, no pienses lo que dices". Vaya mierda de consejo. Si no la veo desde hace años, y han pasado una pila de 28 de mayos, nada de lo que pueda llevar pensado me servirá. Y tampoco lo que diga será como si una nube de gominola gigante te abrazara mientras suena la Patética. Y todo el mundo en sus casas, con los póstigos bien cerrados. Y gente fuera, en la tormenta.

    ResponderEliminar
  2. No siempre uno piensa lo que dice ni hace lo que piensa. Para poder escribir he necesitado cerrar los ojos y escuchar nessum dorma. Los consejos son una mierda, una de esas mierdas gigantescas que envuelve el mundo. Sin embargo, esta enorme mierda comunitaria deja pequeños huecos por donde crece algo bueno que, a veces, muy de vez en cuando, nos acaricia por dentro.

    ResponderEliminar